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SEMILLAS DE CAMAHUETO

PRADERAS SUMERGIDAS


Las Praderas Sumergidas

   Si hay una zona oscura, una porción del territorio bordemarino del que los Clanes Huilliches eviten hablar y mucho menos quieran alguna vez visitar, esas son las Praderas Sumergidas. Comparables al Cementerio de Rocas, al Mar de las Voladoras, o a las siniestras Cavernas sin Tiempo, se trata de un extenso pedazo de costa que por sus características geológicas ha permanecido inalterable al paso de los siglos, desde la remota época de la Gran Batalla de las Culebras.

   Se supone que después de la promulgación del Pacto Bordemar el universo se estabilizó y recobró su total armonía. La naturaleza (ya liberada de las nocivas intervenciones de Ten Tén y Kai Kai) reinició sus acostumbrados ciclos y devolvió la calma a todas las criaturas, desde las más microscópicas hasta las de mayor raciocinio.

   El descenso de las aguas marinas fue la mejor muestra de que el mundo había iniciado un camino de sanación y restauración. Los seres humanos pudieron volver a contemplar la casi olvidada arena de las playas y el sol secó por completo la flora de los territorios que estuvieron anegados por largo tiempo. Sin embargo, hubo un sector costero que se resistió a drenar sus aguas estancadas. Ya sea por falta de cauces naturales o por los hundimientos del terreno, las mentadas Praderas Sumergidas se quedaron así, sumergidas.

   Extensos pozones de aguas turbias y fétidas, atrajeron en seguida a toda clase de alimañas… y a no pocas bestias conjuradas por alguna magia maligna. Los sombríos humedales resultaron ser el ambiente propicio para que los odiados basiliscos incubaran sus crías y se reprodujeran con inquietante rapidez. Lo mismo sucedió con los huevos de vilpoñis. Así, una silenciosa pero mortífera guerra territorial enfrascó a ambas razas de pequeños reptiles venenosos. Los Kueros también hicieron su arribo y se apoderaron de los rincones más profundos de la inmensa ciénaga. Paradojalmente, su innato talento para cazar trajo el equilibrio que las reyertas entre los basiliscos y vilpoñis necesitaban con urgencia…

   Con el transcurso de los siglos, aquellos páramos olvidados por la memoria humana dieron origen a innumerables leyendas y rumores de muertes. Se propagó la idea de que las Praderas Sumergidas eran un lugar maldito, porque ni los herederos de la magia de Kai Kai Vilú ni los de Ten Tén Vilú habían reclamado como suyas esas tenebrosas regiones. El aire allí era irrespirable (ni las aves sobrevolaban el espacio aéreo), y el firmamento lucía unos eternos nubarrones que cubrían con una garuga permanente esa asfixiante atmósfera. Algo sinuoso y obsceno y muy hambriento deambulaba por las pantanosas aguas; algo que no parecía atado a ningún poder místico de los conocidos por los Agoreros o los hechiceros Wedas.

   Cuando a Karimonei le hicieron falta algunos Peuchenes para sortear la Tormenta de Piedras Rayo y recopilar los afamados fragmentos del cielo, se cuenta que viajó hacia las Praderas Sumergidas y capturó bajo un embrujo a koylatufe y Allipén.  No fue una labor sencilla, pues se tuvo que enfrentar al espíritu carnívoro que flotaba y se zambullía como amo y señor en las aguas putrefactas; un ser incorpóreo llamado Kulpad.

   Los habitantes del fondo oceánico tampoco han estado ajenos a las historias que se relatan respecto a esos límites del mundo de la superficie. Ni el camuflaje de las gaviotas señuelo ni las andanzas furtivas del Treguaco han podido clarificar lo que ocurre en esa zona marginal. No obstante, el actual líder de los hechiceros marinos ha descubierto una interesante información que tiene que ver con Pontro, el autoproclamado Rey Kuero

  En las páginas de “Machitún”, Mallea y Ewem han iniciado un insólito viaje hacia las Praderas Sumergidas, aún a sabiendas que se trata de un territorio plagado de peligros.

   La razón: ¡encontrar un valioso nido de Camahuetos!