Publicado por
Oscar Nenen
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Mallea
Para comprender a
la misteriosa Mallea que aparece en las páginas de Machitún, es necesario
conocer el turbulento pasado que arrastran las hechiceras de su linaje. El
origen de las primeras Voladoras se pierde en la memoria de los Clanes
Huilliches; para ellos, esas mujeres tan especiales y que ostentan los conjuros
de una magia ya olvidada, siempre han estado ligadas a la vida cotidiana de las
familias y tribus bordemarinas… y su vínculo ha tenido una estrecha relación
con el andar de los ariscos ancianos Agoreros.
Mallea pertenece a
una rama de las Voladoras que después de los eventos que propiciaron el Pacto
Bordemar se desvinculó para siempre de los veteranos hechiceros. Aquellas
hermanas rebeldes estaban hastiadas de interpretar el sumiso papel de
sirvientas y mensajeras. No querían seguir sujetas a una dependencia permanente
a los Agoreros de turno y sus detestables caprichos. Si algo había demostrado
la frágil paz nacida del Pacto Bordemar, era que cada ser vivo y cada criatura de
la tierra y el mar podía gozar de plena libertad en sus correspondientes
hábitats, sin necesidad de rendir tributos o lisonjas a nadie.
La Mallea original (la
que había enarbolado la bandera de La Rebelión de las Voladoras), era el
referente obligado en la casta a la que pertenecían las demás brujas
subversivas y aquellas otras que con el tiempo se sumaron al repudiado y perseguido
grupo. Luego de la purga establecida por los viejos Agoreros y perpetrada al
pie de la letra por los sanguinarios Esbirros, las pocas mujeres sobrevivientes
se alejaron de los Clanes Huilliches y buscaron reductos alejados e
inexpugnables para asentarse y llevar a cabo sus hechizos sin ser molestadas.
Al contrario de lo
que se pudiera creer, ellas nunca pensaron en planear ni concretar ninguna
venganza. Buscar pleito o sembrar violencia con los brujos varones les parecía
una forma encubierta de continuar bajo su antiguo dominio y eso les causaba una
inmediata repulsión. Lo mejor era erigir un muro de indiferencia, de silencio y
de olvido. Alguna vez verían aquel mundo indómito hacerse pedazos con el
arribo de hordas de monstruos venidos del otro lado del mar, y ellas estarían
ahí para saborear la aplastante derrota de los todos los Clanes… Tampoco
deseaban cambiar el proceder de sus otras hermanas que sí seguían sirviendo a
los Agoreros en diferentes tribus. Esas Voladoras igual eran libres de elegir,
y si les agradaba la tutela de los nigromantes, era cosa de ellas. Cada cual
forjaba su destino.
Cuando el universo
recobró una aparente calma, el reducido número de acólitas se tropezó en su
destierro voluntario con la verborragia de un ser incorpóreo: un Kalku de Agua,
que habitaba los pantanos y lagunas donde solía aparecerse el Treguaco. Aquel
ente vaporoso y desconfiado les mostró el camino hacia el mítico árbol Aliwén,
en el que ellas terminaron construyendo su hogar: el gigantesco y mágico arrayán
oculto en la espesura del corazón de la tierra bordemarina. Pero el espíritu
maléfico pidió algo a cambio. Algo demasiado horrendo para ser contado, y que
por lo mismo se convirtió en uno de los grandes secretos de las Voladoras que
habitaron el laberíntico interior del Aliwén.
La Mallea de
“Machitún” es una de las descendientes directas de aquellas brujas, y se cree
que tal vez sea la última Voladora rebelde que aún vive. Se sabe que muchas de
sus hermanas (por no decir todas) han muerto después de pasar épocas completas
transformadas en baudas espectrales. Poco a poco, la desquiciada cazadora de
camahuetos ha terminado conviviendo sola (con una sarta de recuerdos
atemporales y glorias extraviadas) entre los pasadizos y cámaras subterráneas de
su tenebroso hogar.
Pero si acaso es la
última de su estirpe, eso no significa que no vaya a dejar una marca perdurable
en la historia mítica de su raza.
Todavía le resta un
importante y crucial papel en el desarrollo de los acontecimientos que van
tomando forma en la saga de “Machitún!”.