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SEMILLAS DE CAMAHUETO

EL ALIWEN



Aliwen

   También conocido como el Árbol de las Voladoras, el Aliwen es un gigantesco arrayán oculto entre la espesura de los montes ancestrales. El follaje de su copa resulta ser tan inmenso, que su abundante sombra cubre a un sin número de otras especies de árboles y arbustos menores en tamaño y longitud. Se trata de un árbol protegido por una magia arcana, que evita que el paso del tiempo lo deteriore. Ni siquiera las estaciones del año pueden influir sobre él. Las aves del cielo jamás vuelan cerca de sus ramas, y es el único lugar del mundo bordemarino donde los huevos de Camahuetos no pueden fecundar. Tampoco los poderes del iracundo Chauco logran hacer efecto y ganarle a esa cobertura invisible forjada con la magia de Ten Tén Vilú.

   La gruesa y anaranjada corteza de su tronco exterior, posee un diámetro semejante al de una amplia ruca, albergando dentro de sí varios niveles interconectados, por donde se desplazan las veteranas Voladoras. Las voluminosas y retorcidas raíces que lo circundan son trampas mortales para cualquier roedor o pequeños animales que se aproximen, pero también sirven para ocultar la entrada secreta al corazón del Aliwen. Solo las brujas Voladoras conocen y pueden recitar las palabras del conjuro para ingresar sanas y salvas.

   Se cuenta que debajo del totémico arrayán existe un laberinto de agujeros y estrechas cavernas, por donde las antiguas Mensajeras de los Agoreros se desplazan, conviven, fabrican sus pócimas y ungüentos, y atesoran las posesiones que han robado o han recibido en pago por sus servicios o favores. Se supone que ya han roto su primitivo vínculo con los líderes de los Clanes Huilliches o con el grupo de los Esbirros, pero lo cierto es que ellas siempre están atentas y abiertas a la posibilidad de embarcarse en cualquier trato o alianza que les produzca suculentos beneficios. Las Voladoras son ambiciosas, y esa característica nunca ha dejado de crecer en sus mentes y corazones desde su lejano origen.             

   El Aliwen significa demasiado para ellas; es su hogar, su propiedad, su refugio.

  Después de La Gran Batalla de las Culebras y en medio de la reconstrucción del universo de la superficie, la relación entre las Voladoras y los viejos Agoreros se volvió insoportable. Si algo había dejado en evidencia la guerra contra los ejércitos marinos y el rey Millalobo, era que ellas podían luchar y subsistir perfectamente sin la dependencia y la vigilancia de aquella casta de ancianos. Durante siglos habían cargado con una servidumbre autoimpuesta desde la Mallea original (la primera Voladora conocida), pero esa labor mística colapsó en acaloradas discusiones y sangrientos combates, que terminaron por provocar la célebre Rebelión de las Voladoras.

   Más de la mitad de la tropa de ancianas brujas se separó de los Agoreros y Esbirros. Las que siguieron siendo fieles a sus trabajos dentro de los Clanes Huilliches, continuaron ejerciendo su papel de sanadoras, parteras, y sobre todo, de expertas cazadoras de Camahuetos. Las otras, las rebeldes, se adentraron en las regiones menos conocidas de los bosques milenarios, con el fin de conquistar un territorio y fundar una aldea donde ellas mismas impusieran su ley y vivieran conforme a sus preceptos. Pero los Esbirros las persiguieron y las enfrentaron en innumerables peleas, donde la magia renovada a partir del Pacto Bordemar, tuvo un papel muy importante.

   Todo lo que sucedió en aquella época, forjó una profunda enemistad entre los seres y las criaturas de la superficie. Muchas Voladoras quedaron convertidas para siempre en espantosos y grandes pájaros conocidos como baudas, y poderosos hechiceros las exiliaron hasta los bordes costeros más lejanos del mundo. Ahí, en la soledad de aquellas playas y arrecifes plagados de monstruos acuáticos, las condenadas aves intentaron sobrevivir… pero no todas lo lograron. Esa zona marginada terminó siendo conocida como el abominable Mar de las Voladoras.

   Mientras tanto, las demás, las que habían escapado a la purga de los Agoreros, hicieron un último esfuerzo y ayudadas por un diabólico Kalku de Agua, descubrieron un refugio en el corazón de los montes legendarios: el sagrado e indestructible Aliwen.

   De ahí en adelante, ese arrayán mágico las cobijó en sus entrañas y les devolvió la paz perdida.

  Habrían de pasar muchos años antes de que las Voladoras retomaran su lugar en el mapu y se mostraran nuevamente con la gloria de sus mejores tiempos.