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SEMILLAS DE CAMAHUETO

KIRKE



Kirke

   En el tiempo demarcado por los relojes de invención humana, podríamos asegurar que Kirke al menos ostentaba tres siglos de vida submarina. Una existencia similar o idéntica a tantos otros secuaces de la Orden de los Wedas, los célebres hechiceros marinos que tenían a su cargo el legado de la fabulosa y mítica culebra Cai Cai.

   Kirke era uno de los Wedas más fanáticos en cuanto a celo religioso se refería. Desde muy joven, y ya habiendo sobrellevado las pruebas Tripanco que lo habían convertido en un digno sucesor de los primitivos Magos de Agua de la época de la Gran Batalla de las Culebras, su tozudo y prepotente carácter era más que conocido en la inmensidad del océano. Para él, no existían términos medios en lo referente a la tolerancia con el mundo de la superficie; la palabra “bordemarino” le asqueaba, la consideraba una abominación, un insulto a la pureza del ideal de mundo que había querido imponer a la fuerza su diosa Cai Cai en el pasado. O se estaba en contra de los humanos o se estaba a favor por la integración de las criaturas terrenas y las marinas; no había lugar para mantener una postura mediocre.

   Por eso Kirke detestaba a ciertos compañeros y otras entidades que mostraban aquella vieja debilidad por querer entablar vínculos con los despreciables seres más allá del mar. No podía creer que incluso algunos de sus mismos hermanos Wedas (que compartían con él los secretos y la magia milenaria de la Orden), camuflaran su deseo por forjar lazos de amistad con los hijos de Ten Tén Vilú, escondiéndose tras la miserable excusa de que solo era cuestión de una curiosidad científica.

   Durante demasiado tiempo, los insolentes humanos habían mancillado las aguas de las costas, robando los alimentos que la naturaleza prodigaba bajo las mareas. Se jactaban de respetar al pie de la letra todas las cláusulas de un acuerdo llamado Pacto Bordemar (promulgado tiempo después de la guerra), pero la verdad era que se habían vuelto altaneros y codiciosos; construían naves flotantes con la madera extraída de sus montes y se embarcaban a navegar mar adentro sin siquiera proferir una plegaria a los amos o los dioses de esos territorios ajenos; más aún, asesinaban a criaturas nobles que formaban parte del ecosistema acuático, sólo con el fin de arrancarles la piel, extraer su aceite animal y consumir su abundante carne. Esos humanos eran unos depredadores salvajes y sin misericordia.

   Su postura radical, había convertido a Kirke en un Weda irascible, lleno de prejuicios para con quienes compartían su labor de hechicero. En un par de ocasiones le había faltado el respeto públicamente al mismísimo príncipe Pincoy y tal arrebato le había significado nefastas consecuencias. Los demás sacerdotes de la Orden Weda lo miraban como a un lunático y el rey Millalobo lo mantenía vigilado en cada una de sus andanzas con una de sus mejores tropas de espías sumpall.

   Pero a pesar de las presiones de los altos mandos y de los guardianes de la antigua doctrina, Kirke no transaba su forma de pensar. Seguía incitando al enfermizo odio contra la superficie dondequiera que iba. Los más cercanos de sus pocos adherentes solían escuchar sus encendidos discursos con asombro y agrado, pues creían ciegamente que estaba en lo correcto. Kirke opinaba que el Millalobo y su estirpe no eran sucesores dignos de la herencia de la diosa caída Cai Cai Vilú. La razón de su conjetura, era una blasfemia imperdonable: el sobrevalorado rey marítimo había tomado como esposa a una humana ¡una maldita humana!

   Para cuando se presentó la ocasión, el príncipe Pincoy le ordenó a Kirke ser parte de un pequeño grupo con una importante misión que cumplir. Atravesarían muchas leguas marinas a lomos de uno de los kawellus más veloces de su padre, con el fin de hallar el rastro de Garilé. A Kirke le fascinó estar involucrado directamente en ese viaje, porque si hallaban al canibilo renegado podría sumarlo a su cruzada personal para derrocar el sistema impuesto en el mar por el rey Millalobo.

   Fue así como el insidioso Kirke partió hacia las profundidades más oscuras del abismo, sin saber que su periplo se vería interrumpido por la magia de un silbido mágico y por la intromisión de un poderoso brujo terrestre…